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La soledad del CEO.

La soledad del CEO

Mujer solitaria caminando en un páramo.

Posiblemente pocos lo sepan, pero la vida del CEO es, ante todo, solitaria. Tras apenas estas pocas palabras, algunos estarán ya en desacuerdo; después de todo, al imaginar a un CEO lo hacemos en medio de importantes juntas, o atendiendo a los principales clientes, o en reuniones de consejo. En el peor de los casos, habremos de imaginarlo en su oficina, con una larga lista de citas por atender a lo largo del día, o incluso degustando un buen plato mientras atiende una comida de negocios. Es verdad, en parte esta es la vida del CEO. Y es del todo solitaria.

Los directores de área y demás mandos de la compañía tienen grupos de personas que administrar. Usualmente se ocupan de mantenerse al tanto de las acciones encaminadas al cumplimiento de sus objetivos, monitoreando en avance de los KPIs y realizando ajustes para mejorar el desempeño. Con frecuencia es necesario buscar acuerdos con contrapartes de otras áreas, y de vez en cuando los puntos de vista divergen pudiendo llegar a crear alguna fricción. El mal sabor de boca podrá permanecer algunos días, pero los involucrados saben que sus diferencias habrán de disiparse, o en el peor de los casos, saldrán de sus manos tras lo cual se involucrarán otras instancias. Posiblemente se realice una junta con otros involucrados para entre todos buscar una solución conjunta. O quizá el jefe intervenga y marque la línea a seguir. Otro día en la oficina. Inconscientemente, las personas se mantienen al tanto de su área de responsabilidad y de sus límites bien acotados, entendiendo que en caso de presentarse algún asunto que los rebasen para uno u otro lado, o incluso para arriba, habrán de ser atendidos por alguien más. No es falta de interés ni de responsabilidad. Es la forma en la que funcionan las organizaciones, y la razón por la que los puestos existen.

La perspectiva de CEO es completamente distinta. Cuenta con equipos de trabajo bien estructurados, los cuales están a cargo de atender las operaciones regulares de la empresa. Sin embargo, cuando surge algún problema lo suficientemente relevante y complejo, como burbuja en el fango irá subiendo lentamente, trazando su camino para alcanzar la superficie. Los problemas más significativos habrán excedido todos los tamices y encontrado la forma de llegar a colocarse en el escritorio del CEO. Entonces, tras examinarlos, el CEO hará las consultas y reuniones necesarias con las personas adecuadas para comprenderlos detalladamente. Dedicará tiempo a su estudio y llegará a conocerlos con profundidad. Al igual que aquel adorno en el librero de su oficina, sabrá cómo lucen desde cualquier ángulo; conocerá su historia y la forma en la que se hicieron presentes; sabrá de qué están hechos y de dónde provienen. Pero no sabrá la manera de resolverlos ni tendrá nadie a quien acudir. Entenderá que en ese punto, las decisiones solo le habrán de corresponder a él, y que no habrá nadie capaz de tomarlas en su lugar. Por elusiva que parezca la solución, la responsabilidad de encontrarla será solo suya. Mientras tanto, su mente divagará en episodios repetitivos, revisitando con frecuencia la información bien conocida y buscando descubrir algún detalle pasado por alto. Sólo él, Solo.

La introspección del CEO es un fenómeno relevante y necesario. El CEO platica consigo mismo sobre los problemas, buscando y encontrando inspiración en la vida cotidiana y alejada de la empresa. La idea que busca puede aparecer de pronto en el pasaje de un libro, o en el paisaje frente al ventanal de la oficina. La soledad del CEO es el precio a pagar y una manifestación contundente de la más alta posición en la jerarquía, pero es también una oportunidad.

Las decisiones correctas podrían hacer que la organización libre la problemática y se mantenga más o menos en la misma línea que tenía, mientras las incorrectas suelen asociarse con costos altos a pagar en múltiples frentes. Las buenas decisiones no se festejan ni se celebran, pues del CEO se esperan siempre aciertos. Mientras que las malas decisiones se tornan en hitos memorables, se convierten en anécdotas si no es que en leyendas, y todos parecen coincidir en quién es la persona responsable de la mala fortuna. Los errores del CEO son inmortalizados en casos de estudio escritos por otros, difundidos y guardados para la posteridad.

Al CEO poco le importa. Sabe que otra cara de la soledad en su vida es no esperar el reconocimiento ni la gratitud. Su responsabilidad no le permite distracciones emocionales cuando los sentimientos en juego son los suyos propios. El CEO sabe que no cuenta con nadie, pero que siempre cuenta consigo mismo.

La primera línea de reporte del CEO debería estar consciente de todo lo anterior, pero en realidad, normalmente lo desconoce. Discutirlo es una especie de tabú, y tras pensar un poco al respecto puede comprenderse la razón de su existencia. Los integrantes de esta primera línea necesitan conocer las profundas diferencias que surgen cuando se es la persona con la más alta autoridad en una organización, de forma que les sea posible apoyar mejor en los procesos de crisis, que corresponden a los momentos en los cuales las reuniones son más frecuentes, y la soledad del CEO se torna extrema.

Y el CEO, por otro lado, se alegrará al comprender que no esta solo en dicha soledad, y que tal aislamiento es, de hecho, un lugar habitual para aquellos en sus circunstancias. Esos páramos mentales son en realidad campos fértiles en los cuales la semilla de su genialidad tiene el mejor potencial para germinar. Son los auténticos yacimientos de la sustancia de la que están hechos, y gracias a la cual son capaces de afrontar el rigor de los procesos de crisis mejor que nadie. La soledad del CEO puede ser desoladora, pero el CEO sabrá hacer de ella una de sus más poderosas herramientas.

Sapiens

Yuval Noah Harari
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