Está mal cuando una persona actúa inadecuadamente. Es incluso peor cuando al ser sorprendida, emprende nuevas acciones incorrectas suponiendo que con ellas podrá justificar el acto original. Pero sin duda, lo peor es cuando al ser puesta completamente en evidencia, no solo resta importancia a sus actos, sino que además los justifica. Te estoy viendo a ti, Manuel Bartlett.
Malos antecedentes, malos recuerdos
El pasado 28 de diciembre, se le fue la luz a México. El megaapagón provocó los berrinches de muchos e inspiró las maldiciones en otros. A nadie nos gusta quedarnos sin Netflix ni Facebook, pero siendo justos, el servicio de suministro eléctrico actual dista mucho de la precariedad característica del pasado, cuando programar la videocasetera para grabar un programa de televisión y verlo más tarde, era un deporte extremo. En ocasiones, los equipos fallan y las personas se equivocan. Incluso al interior de CFE.
El problema de internet es que cualquiera puede opinar. Aquí estoy yo, por ejemplo. Las personas encontraron en el apagón un buen tema sobre el cual compartir su generoso punto de vista, y algunas horas después todo era apagón en los contenidos de las redes. Después de todo, por aquellos tiempos ya citados relativos a las videocaseteras, el mismo Bartlett se dibujó como la figura más relevante de la caída del sistema de cómputo en las elecciones de 1994, coincidencia de lo más tentadora, e internet no perdona. Hasta aquí, todo bien: un problema en la infraestructura pública, usuarios molestos, y un político convertido en miles de memes circulando por doquier. Otro día en la red.
Nuevas tecnologías, mismas prácticas
Un funcionario promedio habría hecho lo posible por remediar la situación, ignorado con cierto esfuerzo la crítica fácil de las redes sociales; resistiendo ansioso hasta el anhelado fin de la jornada. Pero Manuel Bartlett no es un funcionario promedio; no lo fue como priista, y tampoco lo es como morenista. Sobrado de sí mismo, por la tarde instó a la Comisión a comunicar las causas del fallo en la infraestructura eléctrica: un incendio en algún páramo tamaulipeco, el cual se extendió por algunas hectáreas afectando la infraestructura eléctrica. la evidencia se hizo presente mediante un par de imágenes mostradas, las cuales en nada ayudaban a ilustrar lo comentado. En la mañana del 29, la travesura llegó al siguiente nivel, cuando se presentó un comunicado apócrifo mediante el cual Protección Civil de Tamaulipas informaba algunos pormenores del accidente, supuestamente. De inmediato resultó evidente: bastaba ver la calidad del documento, sin formato, sin cuidado de la ortografía, sin atender la redacción; ni qué decir de los sellos inexistentes y la infame firma al calce, imposible siquiera de comparar. ¿En qué estaban pensando en CFE? No: no es una simple pregunta retórica. En verdad me gustaría saber qué ideas tenían en la cabeza, para por un lado, preocuparse tanto por justificar una falla en el suministro, relevante, pero atípica y claramente aislada, al grado de primero atribuirla a un incendio, y después continuar explicándola mediante falsificación documental oficial.
Protección Civil del estado no tardó en hacer uso de la voz y comunicar lo que todos sabíamos ya sobre la legitimidad del documento, externando adicionalmente, sus intenciones de iniciar un proceso legal en contra de CFE, lo cual poco después cumplió.
Claridad a todas luces
El día de hoy la Comisión aceptó el uso de un documento apócrifo. No les quedaba de otra, realmente, y allí podría haber terminado el comunicado. Pero no con Bartlett. El funcionario insistió en la existencia de los incendios, y en identificarlos como la causa del problema, rematando con una elegante cereza sobre este vistoso pastel: el buen Bartlett destacó la carencia de importancia del documento falsificado y su uso en la Comisión como prueba presentada a los medios. Otro estaría ya probablemente encarcelado. Pese a la naturaleza de los acontecimientos en CFE, lo que interese a la opinión pública no es de relevancia para Bartlett. Él quiere seguir hablando de incendios fantasma, cuya supuesta existencia es ya, francamente irrelevante.
El funcionario agregó una sentencia adicional, difícil de procesar incluso para los estándares del propio personaje. Señala como parte de las causas del fallo, al exceso de generación de energías renovables, reprochando la cantidad de permisos otorgados a particulares. Por último, a manera de cierre de oro, concluyó que el problema no era el uso de un documento falsificado, sino la existencia de dichos permisos de generación por medios renovables. Así, realizó las maniobras evasivas necesarias para saltar del banquillo de los acusados en el cuales sus actos le habían forzado a sentarse, a señalar la responsabilidad de quienes poseen permisos de generación de energía eléctrica como causantes del problema. No cabe duda que el tiempo y la experiencia habilitan a quienes se esfuerzan lo suficiente, a alcanzar la maestría de la falacia y la demagogia.
Siempre he considerado que los políticos de primera línea, no requieren ser expertos en un tema particular para poder hacerse cargo, satisfactoriamente, de una responsabilidad de alto nivel. En cambio, es imprescindible que cuenten con ciertas características, indispensables para atender sus responsabilidades: conocimiento de los sistemas de gobierno, alta capacidad administrativa, habilidades de liderazgo, compromiso, empatía, honestidad y calidad moral. Muchas de ellas no las veo en Bartlett, mientras la falla del 28 de diciembre y los hechos desprendidos de ella, parecen confirmar su descalificación para ocupar una posición de primera línea. O de segunda. O cualquiera.
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